Era una mañana de verano, Rodrigo se despertó como un día normal, pero algo triste, pues era el aniversario de la desaparición de su padre. Como solía hacer todas las mañanas, se vistió colocándose su vestimenta diaria: turbante, túnica, pantalones y babuchas. Tras comerse un bollo de pan, cogió su medallón, llamativo por sus relieves dorados y sus bordes de cristal y fue de camino a los baños de Santa María en la Judería de Córdoba, donde iban diariamente para bañarse antes de ir a rezar él y su fiel amigo Alonso.
Al salir de los baños, caminaron hasta la mezquita de Córdoba, que se encontraba en la calle Cardenal Herrero. Durante el camino, Alonso le preguntó, como de costumbre, por qué llevaba siempre el medallón y qué significaba para él, pero nunca le respondía o cambiaba de tema. Ya dentro y en el muro de la quibla, comenzaron a rezar. La mezquita estaba bastante vacía, no había mucha gente, algo que a Rodrigo le asombró y agradeció al mismo tiempo, pues podría concentrarse mejor en la oración.
Tras un largo rato rezando, Rodrigo empezó a sentirse incómodo y observado, sensación que intentó evitar, pero no pudo, así que hizo una pausa y se giró a revisar la zona. Mientras observaba, se fijó en una sombra que se encontraba detrás de una de las columnas. Rodrigo intentó comunicarse con la persona, pero no respondía. Se fue aproximando cuidadosamente a ella, y justo cuando tenía la columna de frente, la rodeó para ver quién era. Nadie se encontraba detrás de esta, y Rodrigo quedó confuso, sin entender la situación, por lo que supuso que era una simple imaginación, así que volvió a su puesto y continuó rezando junto a Alonso, que seguía firme en su oración.
Al día siguiente, ya en los baños, Rodrigo le contó a su compañero lo sucedido el día anterior en la mezquita, acontecimiento que Alonso se tomó a risa, burlándose en cierta forma de él y sin creerle. De nuevo en la mezquita, ésta estaba igual de vacía que el día anterior, cosa que impresionó a Rodrigo de nuevo. Tal y como sucedió anteriormente, volvió a sentir la misma sensación de incomodidad, por lo que se giró para ver a su alrededor. Esta vez la sombra se encontraba entre dos columnas, llevaba una túnica e iba encapuchada, pudiéndose divisar una silueta humana. Cuando se levantó Rodrigo, ésta empezó a correr, y Rodrigo la siguió. Llegaron hasta la Puerta de las Palmas, en el Patio de los Naranjos. Ahí se paró la sombra y Rodrigo se acercó poco a poco a ella, hasta que se dio la vuelta. Supo quién era tan solo por lo que colgaba de su hermoso cuello: el mismo medallón que el suyo. Este significaba que pertenecía a la familia García de Guevara. Unos segundos después, se retiró la capucha. Era su padre, el supuesto desaparecido en una noche de verano durante más de 15 años. Sus oraciones fueron escuchadas.