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Invisible (relato ganador)

por María de la Cruz Mora Forcada

Un día escribí cómo una rosa se marchitaba lentamente, y al día siguiente encontré pétalos en mi ventana. Otro día escribí por casualidad que un paquete llegaba a mi casa. Tiempo después, un paquete con un libro en blanco apareció en sobre mi cama, sin remitente. Me sorprendí tanto que tardé varios días en volver a escribir. Ese día me había enfadado con mi hermano por una estupidez, y  sin quererlo solo escribí una palabra: accidente. 

 

Me arrepentí enseguida e intenté borrarlo todo, pero no pude: la tinta se desvanecía sobre la hoja. Ahí comprendí que no había vuelta atrás. 

 

Los días después del accidente fueron posiblemente los peores de mi vida. No sé si alguna vez te has sentido así. Como si quisiera dormir durante miles de años. O simplemente no existir, ser invisible. O no ser consciente de que existes. O algo así. Por eso hacía lo posible para no pensar. Pero no fui capaz, y no me di cuenta hasta que me fijé en lo que había hecho. Invisible. Eso fue lo último que escribí.

 

Pasaron lo días, y observaba cómo caían las gotas de lluvia por mi ventana, lentamente, como si de alguna manera danzaran entre ellas. En cierta forma no me molestaba ser invisible, pero sí el hecho de que nadie se acordara de mí. Y sé qué es un poco hipócrita, pero es lo que sentía en aquel momento. Aunque sabía que no podía seguir así.

 

Realmente, creía que somos lo que somos por muchas razones y nunca sabremos la mayoría de ellas. Pero incluso si no podemos elegir de dónde venimos todavía podemos elegir hacia dónde vamos.
 

Cogí mi libreta y empecé a escribir; ya no me importaba qué pasara, lo único que podía pensar era que escribir había sido mi perdición, pero debía ser mi escape. Empecé a escribir palabras sin sentido, aleatoriamente escribí lo que sentía, y aunque veía como las palabras cobraban vida no me detuve, de cierta manera, eso siempre había sido así pero no me di cuenta antes.

 

 Letra tras letra, pasaba el rato, sin distracciones, y cuando me quise dar cuenta había escrito una historia. 

Pensé en cómo habría dos personas en una parte del mundo realizando lo que escribí; y ahí me pregunté, si realmente, no éramos todos personajes de una historia, una historia donde no tomábamos nuestras propias decisiones, sino que un poder incontrolable, puede ser la llama de tu vida, el miedo de tus decisiones y las cenizas de tu paz. Y es ahí cuando me pregunto si verdaderamente estoy viva o soy el sueño de alguien que me escribe en un libro en blanco.  He abierto el libro en blanco y empuñado el bolígrafo con decisión. Creo que voy a escribir una historia en la que mi hermano regresa de un largo viaje y yo le abro la puerta, tanto tiempo después, y lo miro, hecho ya un hombre, y me fundo con él en un tierno abrazo. Ha sonado el timbre.

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