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50 vueltas

por Lucía Ortega Abao

Arranco el motor, se pone en marcha el coche. La carrera está a punto de comenzar. Me preparo mientras el público me mira. Meto primera, me coloco en la línea de salida. 

Los nervios están a flor de piel. Suena la señal de salida. Todos los coches salen disparados a 150 kilómetros por hora luchando para ponerse en cabeza. 

Es la primera vuelta mi vista no alcanza a ver quién está en primera posición. Acelero, es la décima vuelta y he conseguido avanzar un par de puestos. Aún no es suficiente. Vuelvo a acelerar, pierdo el control, ese error me hace perder tiempo. Ahora voy peor que al principio. Me esfuerzo por seguir el ritmo del resto, a la cola, sin poder adelantar. ¿Habré perdido la oportunidad? No debería haber acelerado. Me siento pérdida, no sé qué hacer. Se acaba de pinchar una rueda, nada puede ir peor. 

Estoy perdiendo la carrera. Paro en boxes. Mi equipo arregla la rueda, me doy cuenta de que no estoy sola. Salgo decidida. Acelero, gano un puesto tras otro. Cada vez estoy más cerca. 

Llega el túnel, todo parece muy oscuro pero al final se ve la luz. Avanzo, aún no veo la línea de meta pero ya puedo ver al primer piloto, el lleva la delantera. 

Quiero ganar pero el pavimento se complica. Está lleno de baches, tengo miedo de volver a pinchar. Desacelero, he aprendido la lección. Veo como otros pilotos tienen problemas y abandonan. Al final mi error no fue en vano. Sino hubiera fallado antes habría cometido el mismo error ahora, cerca del final. 

Poco a poco me acerco al primer puesto, quedan diez vueltas para acabar. Todo parece decidido pero en un segundo pueden cambiar las tornas. El tiempo es muy valioso. Consigo adelantar al primer piloto, porfin en primer lugar después de tanto esfuerzo. Pero me vuelve a adelantar en la siguiente curva, y así una y otra vez. 

Quincuagésima y última vuelta, acelero, acelero y vuelvo a acelerar. Y a lo lejos veo la línea de meta. Y en un suspiro ya la había cruzado. Había ganado. Había acabado. Y después de perseguir tanto la victoria lo único que podía pensar es en qué había después de aquello. 

El camino ha tenido sus más y sus menos, ha sido duro. La verdadera carrera la estaba corriendo en contra del tiempo, al que nunca se le puede ganar porque siempre es más rápido. Y al final es demasiado tarde para aprender que hay que aprovechar todas las vueltas que da la vida.

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