Esta es mi dedicatoria a la persona que tanto se quejó de que nunca le escribí una carta. Aún me hace eco en el alma cuando me dijiste:
No le cuentes a mi hermana como nos conocimos de verdad.
No me gusta que quedes a solas con tu amiga.
Si me quieres, cancelarás ese vuelo.
Te he insultado por internet porque me lo ha dicho una canción de Spotify.
Te he hablado de nuevo de madrugada porque me lo ha dicho Twitter.
Durante el trayecto has puesto una canción que no me gusta para cantarla con tus amigos. Me da la impresión de que no me quieres.
No me ganes a juegos de mesa delante de mis amigos.
No tienes responsabilidad emocional, pero creo que ir a terapia de pareja sería tirar el dinero.
Te dejé porque estaba pasando un mal momento, pero ya estoy bien para volver.
Intento a conciencia no culparte, porque la gente es buena y la situación era mala. Pero no puedo cicatrizar si me llamas para arrancarme las costras.
Después de pensar que por fin volvía a ver las estrellas, resultó ser un avión. No el del 29D, el funerario de Enea. Ni el comfort de alguien con su mismo nombre me ha servido para desdesquiciarme.
He venido solo a Roma porque mi psicóloga está de vacaciones, y a mí me aguantan si pago. Así que brindo aquí con la silla vacía por las cosas que odio: la envidia a mis amigos sentimentalmente exitosos, mi familia ausente, el sexo por validación masculina y el departamento de análisis.
Un cordialísimo beso con lengua,
C.