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Érase una vez una niña que contaba estrellas,
soñaba con ser la reina de algún que otro planeta.
Sin embargo aquel nubarrón la apagó.
Dejó de ver estrellas y empezó
a contar goteras.
Aprendió que para secarse
primero había que mojarse,
amó la tormenta
y se convirtió en naufragio.
Ahora es la dueña de todos los mares,
no se conformó con aquel amor
de planetario. Te cuento que le gana a cualquier
adversario, es libre y se ama,
ya no necesita a nadie que le haga la cama,
le ha costado vidas y saliva;
ahora cicatriza todas las heridas.
Acéptate entera, nunca sabes
cuando vas a caer en lo más profundo, le digo.
Érase una vez una niña que se quiere mucho.
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