En octubre comunicó a sus allegados que se marchaba a Chile durante tres años por motivos profesionales: le habían ofrecido una beca de investigación. Lucas era profesor universitario, del campo de la Filología, al cual llegó gracias a su pasión por la literatura y la enseñanza. Desde niño hasta que el curso de los años se lo llevó, siempre disfrutó leyendo, y se sentía bienaventurado cuando podía solventar las dudas del resto: el alma de docente iba consigo.
Ya aterrizado, le comentó a Ángel, su amigo confidente, que había decidido emprender un libro mientras surcaba el aire chileno. Le detalló la idea para conocer su opinión: se trataba de un diario basado en las andaduras de extranjero que estaban por venir en aquellos años, con objeto de inmortalizar el trayecto en calidad de tinta. Este lo animó sin dudarlo: «Con tus dotes literarias, estoy seguro de que engendrarás una obra de arte exquisita. El viaje te ofrecerá mucho que contar. Aquí tienes mi apoyo», le dijo al teléfono.
Desde entonces, compartía con Ángel algunas de las páginas a las que iba dando a luz, para obtener perspectiva de lo escrito y, en su caso, mejorarlo. A este también le encandilaba la literatura, aunque a diferencia de Lucas, se la tomaba llanamente como ocio, y no como razónvital. Al leer lo proveniente de Chile, se impresionaba por la enorme capacidad de su amigo para atrapar al lector como si una fuerza de atracción mágica actuara.
Después de tres años de puño y letra, Lucas culminó el libro, que lo tituló El viaje: diario de un escritor. Y le envió, antes de que se publicara, un ejemplar a Ángel, para que fuera el primero en poseerlo: un gesto de cariño y agradecimiento. Si bien era cierto que este había leído algunos capítulos con anterioridad, no estaba al tanto de todo el argumento de la obra. Recién obtuvo el diario, lo fue engullendo sin descanso, y cuando llegó al capítulo final, fue la realidad la que se lo tragó a él de imprevisto.
23 de abril. El regreso:
«Hoy termina esta experiencia, aunque no me iré sin antes explicar su trasfondo. Y es queeste viaje nunca lo emprendí. Jamás puse mi huella en Chile. Necesitaba escribir, o lo que es lo mismo, necesitaba vivir, y así decidí confundir la realidad con la ficción, haciendo creer a mi familia y amigos esta película de tres años, creando un clima de evasión en el que dar vuelo a mi inspiración. Si algún ser querido se siente molesto tras esta declaración, me disculpo de antemano: solo acudí a mi instinto de escritor».
Entonces Ángel, asombrado por la genialidad creativa de su amigo y atiborrado de emociones encontradas, lanzó el ejemplar por los aires y gritó: «¡Qué cabrón, cómo nos la ha colado!».