Las risas de los niños resonaban por los adoquines, el olor embriagador de la fruta fresca y la canela se esparcía por la ventana, llenando los pulmones de Carrie, que dormía plácidamente en un sillón próximo a la cómoda.
Los sueños la invadían, le prometían nuevas aventuras y visitas a lugares inesperados llenos de magia, ¿Por qué habría de despertar cuando la realidad era tan tediosa? En cambio, su mente le ofrecía una escapada a sitios infinitamente más divertidos. Unos golpes la despertaron y abrió débilmente los ojos tratando de adaptarse a la luz.
Su madre la animó a despertarse y la apuró alegando que Tina la estaba esperando. Ella dejó escapar un suspiro y se desperezó apáticamente. Cuando se dio la vuelta su madre ya había desaparecido tras la puerta de su habitación, sin embargo, Carrie volvió de nuevo a su cama, sin querer volver a la realidad que tanto temía.
Lentamente se vistió y se trenzó el pelo, cada gesto que articulaba le suponía un gran esfuerzo y sus deseos de volver a la cama se acrecentaban así como los gritos de su madre se iban haciendo más fuertes.
Carrie encendió la radio con tal de ignorarla y volver a la rutina de siempre, detestaba ir a comer con Tina y escucharla hablar durante horas. Dejó que la melodía de la radio la envolviera y que absorbiera todo sonido de alrededor. Adoraba la canción que estaban emitiendo, la transportaba a un salón de la época victoriana y se imaginaba bailando con un apuesto caballero.
Su madre volvió a interrumpir sus ensoñaciones, sus gritos eran fuertes y Carrie sintió como su paciencia la iba abandonando.
Su respiración se volvió trabajosa y se dejó llevar por la ira, unos brazos la agarraron y ella supo que no eran los de su madre.
-Carrie estás bien, todo va a estar bien.
Cuando enfocó la vista, se descolocó por completo y suplicó volver a dormirse, suplicó volver a sumirse en sus sueños y huir de la blanca habitación que la rodeaba.
Su madre ya no estaba, Tina no la estaba esperando y su radio no entonaba ninguna melodía que la podría transportar a cualquier mundo de ensueño.
-¿No te has tomado tus medicinas?- le dijo el médico, ella no respondió, en su imaginación él era el causante de todos sus problemas y el motivo por el que ya no podía ver a su madre.
-Carrie, tus padres están muertos, tu tía Tina también lo está...- ella dejó de escucharle, no quería enfrentarse a la realidad. Se sumergió en su nube y volvió a estar en su habitación, su madre le pedía que se levantara y ella la ignoraba como de costumbre, tan solo quería dormir.
Y así, Carrie Carter volvió a su realidad deseada, volvió a recrear esa melodía que tanto amaba y a ser la chica que antaño fue.
Y, a pesar de que el tiempo seguía pasando, ella permaneció joven en su pequeño ataúd de cristal.